#ElPerúQueQueremos

Mi amigo, Larry C.

Publicado: 2016-01-11


No son ni las seis de la tarde y yo ya tengo ganas de verte la cara, Larry. Oler tus espasmos de uva. Calentar contigo mi cuerpo, mi decaída ánima. Ver tu fina transparencia y engañarme una vez más creyendo que la pureza, existe. Larry. Oh, Larry.

En casi cada camerín que yo haya conocido, ha habido un Larry. No porque yo lo lleve. Será acaso porque está unido inequívocamente al arte de las tablas. Algunos prefieren un whisky, son los menos. Cerveza, a nadie se le ocurre. Te llena de gases y te arruina la voz. Pero, un Larry. Un gentil, fino Larry, es algo que a menudo se encuentra en estas tierras.

Hoy presiento que tendré que amarrarme las piernas a la cama para no escapar al mundo. He decidido portarme mejor. Esta vez no es por sus padres, esta vez no es por sus hijos, esta vez, es por ella misma. Pero conozco esta sed sin nombre, este pozo seco que llama, este desierto. Y Le Temo Profundamente.

Te irás en bicicleta, para que tengas una razón de no caer en La Noche. Llevarás sólo una botella de 500 ml de Fino Larry. Compartirás con los otros elencos, no te lo chuparás sola. Ocultarás tu pena al mundo y el mundo, el que te ama, sonreirá contigo conociéndola. Harás un salud. Si la noche brilla, tal vez hasta un brindis.

Acabará la noche. Acabarán las cinco pasadas teatrales que haces por noche. Agotada, vacía de todo entregar, te sentarás en tu camerino, en el camerino, el único que hay, el refugio, y esperarás llena de amor a que todos se vayan. No te cuesta trabajo, eres lenta. Cuando todos se hayan ido, Prenderás un cigarro, le darás un beso más a Larry, tendrás unas ganas demenciales por un porro y sacarás tu cadena que te ata a tu cama que te ata a tu pierna que te ata a tu cleta. Disfrutarás el silencio. Fumarás. Besarás a Larry en silencio. Ya todos se han ido, se van. Cuando ya casi no haya nadie arriba, subirás, saludarás a todas las personas que trabajan y aún están en el teatro, porque es realmente tarde y ellos, ellos, ellos siempre te estiman. Porque sabes que te conocen un poco mejor, y aun así te aceptan. Son raros, los muy normales.

Conversarás tres líneas con un amigo, tomarás la bicicleta, te encomendarás a Dios y te irás a casa pedaleando de noche por la calle más bonita de Lima. No tienes nada de que quejarte. Tienes piernas. Tienes bici. Tienes viento, Larry, trabajo, ¿Qué más quieres? Sin embargo al acercarte a casa esa cosa que en el pecho te rima casi se detiene, se acongoja, pausa.

No más, Larry, No más, Cuándo carajo se acabarán estas damajuanas. No. Por ti. Por los niños. Por ti. No. Ya vete a dormir. Encadenas la bici, tu pie, a la cama la puerta. Besas a los niños con amor, con dolor, con rabia, con tanta soledad, que preferirías ni besar no vaya a ser contagioso. Pero el contacto con sus pieles buenas te calma. Parece que por fin, has vuelto a casa.

Un solo beso más a Larry. Uno chiquito, que nadie se dé cuenta. Uno a hurtadillas, de enamorados de colegio, de amantes de pasadizo. Un solo beso más, y a la cama. A cerrar los ojos y pensar cosas bonitas, qué difícil carajo, entonces reza, ahora sí, a pensar cosas bonitas, a recordar besos, caricias, nostalgia. A dormir, por fin.

A dormir.


Escrito por

Kareen Spano

Alcaldesa autoelecta de Kojudópolis. Llego desde Blogspot con un ejército de Kojudopólitans. Son sujetos sumamente peligrosos. Sobre todo cuando cantan. O cuando sonríen. Ni hablar de cuando sueñan.


Publicado en

Kojudópolis

Conocida en la Vía Láctea como Kojudópolis capital del pequeño planeta entregado un día azul